Esperas tanto de mí, que en ese esperar de mí, me inventas sin apreciar lo que ya sí soy. Porque no me ves a mí. Sólo esperas de mí, a modo de condición, que para tú ser feliz, yo deje de ser yo y que sea así o que sea asá.
Esperar, no es compartir y nace del sufrimiento cuando te dices: "Sé así, como quiero yo. (Que además no te diré cómo ser y tendrás que adivinarlo tú...). ¡Yo no quiero sufrir, por lo tanto cambia tú! ¡Hazme feliz, tú! Te elegí para que te conviertas en mi idea ideal, ¡y no para que seas tú!. Piensa en mí, tú no importas, ¡importo yo!. ¡Mi felicidad pasa porque tú cumplas mis expectativas! ¡Debes ser lo que yo quiero! ¡Encaja tú , pues es lo que yo necesito de ti! Cambia para que yo sea feliz aunque, tú, te pierdas en el intento. Lo que yo espero de ti, es más importante que lo que tú eres ya.
Esperas tanto de mí, que a tus ojos, dejo de ser yo, en vez de hacer un recorrido de acercamiento y aceptación mutuos. Valorando lo que sí somos, sin esperar lo que no seremos.
Sí, nos asusta menos cuando creemos que podemos controlar algo: el cómo deben ser los demás, lo que debe suceder… Este intento de control, puede dar cierta sensación de seguridad a nuestros miedos, pero no es real. Es un autoengaño y un chasco anunciado: ¿acaso tú, puedes decidir que llueva?, ¿cuántas veces te hacen caso?, ¿tienes control absoluto sobre tus intestinos?. Confiar es arriesgado y asusta…es cierto, y aun así la realidad nos insiste y dice que nadie tiene tal control sobre nada de lo que sucede.. Y ese nadie, no tiene excepción: te incluye a ti.
Sí, nos asusta más pensar que querer pueda llegar a doler, pero esconderse en las condiciones de un ideal inalcanzable, para ambos, sólo llena la relación de juicios, frustraciones y decepciones.
Sí, es valiente hacerlo así: decidiendo construir amor . Porque el amor se decide. Y porque el amor se construye.
Y sí, ahora seremos dos desconocidos con ganas de conocerse:
Te diré, cuéntame quién eres, cuéntame qué te mueve y qué te duele. Yo te contaré que no vengo a doler. También te diré lo qué a mí me duele para que tengas precaución ahí y seas cuidadoso. Te contaré mis ilusiones y también te dejaré ver quien soy.
Cuando aún seamos dos extraños cuéntame qué quieres. ¡Y sé sincero ahí, pues vamos a permitirnos dejar de ser extraños!
Para ello, no te adaptes tú a lo que crees que espero yo de ti, ni te inventes a ti para que yo me forme un idea errónea de ti. Por mi parte, haré lo mismo.
Dime a qué estás abierto y a qué no. Démonos el uno al otro la posibilidad sincera de decidir si queremos construir juntos o acabar este café.
Yo te diré que, para mí, construir significa querer querer a partes iguales.
Que para mí significa, mostrar mis más y mis menos, sin temer a tu rechazo. Ver yo los tuyos como verás tú los míos.
Que si uno de mis más o de mis menos topa contigo, estoy dispuesta a hablarlo, y repararlo, pero para construir un nosotros: no para deconstruirme a mí.
Te diré que estoy dispuesta a transitar mis miedos, a no esconderme y hacerme visible para ti, si tú no me escondes en fantasías que no podré alcanzar.
Te diré que tendré unos límites claros que no serán para tí, sino que serán para no descuidarme a mí, mientras construyo contigo. De igual manera me gustará saber cuáles son los tuyos. Apreciaré que me los expliques. Saberlos, nos ayudará a los dos, a respetarnos a nosotros mismos, a respetarte yo a ti y a que me respetes tú a mí.
Te diré que si decidimos construir juntos, me seré más fiel de lo que me he sido a mí en el pasado. Que mi compromiso es tan sincero conmigo como lo será contigo.
Te diré qué seremos cuatro construyendo… que yo no romperé mi relación conmigo en mi tiempo contigo y tú tampoco romperás la tuya contigo durante el tiempo que decidamos construir juntos: será, pues, un auténtico pacto de fidelidad 360.
También te diré que deseo, si decidimos construir juntos, que no sea a ratos muertos. Porque a mí me gusta la estabilidad y mi aspiración es conectar e intimar a largo plazo.
Te diré que me gusta hablar pero que conecto en los silencios. Que mi filtro para querer construir está en los silencios cómodos y no en los silencios capciosos.
Te diré de mí, que me puedes decir lo que sea, porque no me asusta escuchar para conocerte: aprenderte es lo que me permitirá cuidar bien de ti . Al igual que yo me dejaré conocer por ti.
Te diré que a través de la escucha será sencillo negociar, entre tú y yo, cómo queremos construir nuestro propio nosotros.
Te diré y te prometeré que habrán conflictos. Que en ocasiones no estaremos de acuerdo. Que en algún momento no nos soportaremos. Que estaré cansada, malhumorada o desanimada. Y aún así, te prometo también, que estaré abierta a comunicarnos, a entendernos y a recuperar la armonía y la ilusión por construir.
Te diré que me prometo, a mí, respetar tu parte en la ecuación: No esperaré de ti que me salves, como yo tampoco no lo haré contigo. No asumiré responsabilidades que no son mías ni te adjudicaré las mías a ti. Lo que sí te podré prometer, a ti, es apoyarte y estar a tu lado cuando me necesites. Y así como sabré dar, sabré recibir.
Te diré que te diré, las cosas que me incomodan en lugar de callarme o hablar mal de ti a terceros, para que juntos encontremos una solución conjunta.
Prometo que mi responsabilidad será tan grande contigo, como lo es conmigo.
Te diré que en mi intención no estará que te sientas mal estando conmigo. Al igual como te prometo irme, si tú me haces sentir mal a mí y no encontramos un acuerdo.
Prometo poder vivir sin ti, pero escogeré y preferiré vivir junto a ti.
Prometo que cuando ya no quiera cumplir mis promesas, te lo diré.
Te diré que no exigiré de ti que pienses como pienso yo. Pero sí, que en nuestras diferencias podamos encontrar consenso y unión, si es tu decisión al igual que sea la mía, construir un nosotros propio.
Y dime, ¿qué dices, tú? Te escucho…